9pies.
Desde hace cientos de años, posiblemente miles y hasta hace apenas medio siglo, solo se había surfeado con longboards (bueno, ahora nos dicen que también con esas tablas planitas, las Alaias). Desde entonces se venía cumpliendo la premisa surf = tablón y, en cuestión de poquísimos años, tal verdad elemental cambió radicalmente para cumplirse que surf = shortboard y longboard = longboard.
Gracias a tan selectiva separación, el mundillo del tablón se ha ido convirtiendo en ese universo surrealista que es hoy, ecosistema soñador repleto de iglús descongelados, mitos caídos, alpinistas, samuráis y amazonas en la luna de Valencia.
En un mundo abracadabrante y singular como es el de los 9 pies, lleno de maniáticos temperamentos y fácil idolatrismo por parte de buena parte de sus practicantes, resulta cuanto menos curioso que el ambiente entre tabloneros sea tan gratificante; a riesgo de chamuscármelos, pongo mis huevos en el fuego a que no soy el único que ha ganado grandes amigos en diferentes picos a raíz de una sola cosa en común (y de gran simpleza, por cierto): las dimensiones de mi tabla.
“Alá los cría y ellos se juntan”, que dicen muy acertadamente en un remoto pueblo del Kurdistán.
A diferencia de la shortboard, en que la agresividad de tu maniobra y la altura de tus aéreos muestra lo mejor o peor surfista que eres, en el longboard no hay un estilo imperante al que se le rinda pleitesía, sino que un reentry totalmente vertical con un 9.0 en el punto más crítico de un Pipeline de 3 metros puede resultar tanto un ejemplo a imitar para muchos, como una aberración extrema para buena parte de entusiastas del tablón, algo más feo de ver que a Falete cagando a primera hora de la mañana.
Y para un servidor y para todos los currelas que tengo a sueldo en www.longueando.blogspot.com , ésa es una de la mayores virtudes del tablón: que cada cuál, salvando las periódicas ansias iconoclastas de turno, le da su propia perspectiva a este submundo, convertido en muy poco tiempo en un dios sabroso, regalón y frívolo al que muchos hemos decidido rendir pleitesía, cuál esclavos adorando al faraón que le corresponde.
Al margen de otras tablas acuñadas en décadas anteriores y anunciadas en nuestros días como tablas de actualidad pero hechas para ser consumidas y desaparecer (como los jabones y las compresas), el longboard sigue existiendo (y lo seguirá haciendo), como si se tratase de una linterna que proyecta luz sobre una lejana parcela del pasado, manteniendo su fidelidad a las medidas, costumbres y estilos de antaño.
Y es que puede parecer pretencioso, abstracto o deliberadamente místico, pero uno sigue creyendo que pese al materialismo, superficialidad e interés con máscara sin rostro que recorre el mundillo del surf, el grupúsculo del longboard genera más autenticidad, simplemente, por no ser tan sugestivo para las marcas. Y que así siga por muchos años.
Muy buen artículo que viene a decirnos como en el mundo del tablón, el ambiente es bueno, de buen rollito, resumiendo, suena “good people de Jack Johnson”, por el contrario en el mundo de la tabla corta hay mal rollito, es más radical en todo, y de música , suena hard core.
Lo siento, me quedo con el soul del primero. Soul surfing, buen rollito en el agua y sobre todo fuera.
Texto original extraído del excelente blog el cual recomiendo leer por sus textos y por su magnífica fotografía, y que tengo de enlace mi blog: www.longueando.blogspot.com ; blog de Norman Perdigó, surfista patrocinado por www.thebigkahuna.com ; tienda de Dave Walton en Sitges, surfista pionero en el mediterráneo, que lleva más de 25 años surfeando con estilo por las playas de Sitges, ayudando mucho al surf de la zona.
En breve se realizará el campeonato de longboard the big kahuna quiksilver de Sitges. Os tendremos informados. Allí estaré, con mi 9pies, el tamaño, sí importa.
Fotografía: albertogurpil, soledad, meditación, espera, desconexión del mundo real....
0 comentarios